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Segunda Época | Mes Mayo/2018 | Año 4 | No. 38

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Dos gestos

José Maceo Verdecia

Un bayamés ayudante de Bolívar

José  Carbonell Alard

Los enigmas de un general

Osviel Castro Medel

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Dos gestos

José Maceo Verdecia

El General  José Cedeño abandonó a Bayamo, (LXXVIII) ansioso de aventuras, cuando aún la sangre de la juventud bullía en sus venas. Haití, cuya libertad conseguía en los campos de combate, le atrajo con su fuerte espíritu de protesta. Allí consolida la paz de esa República, le encontró el libertador Simón Bolívar, enamorado todavía de la emoción aventurera. Enrolado en la expedición organizada y costeada por Dessalines, el héroe de la revolución haitiana, partió para la Isla Margarita, rumbo a Venezuela, ya definitivamente en compañía del Libertador. Soldado expedicionario desde aquellos momentos, en la primera acción que tomó participación, y la primera llevada a cabo por la expedición, en Carupaño, el General Bermúdez le impuso los galones de sargento. De esa acción en cual demostró plenamente su valor, partieron sus demás sucesivos ascensos, conquistados palmo a palmo, hasta llegar al grado de General, conferido por el propio Bolívar. Cien combates le vieron, desde Aragua hasta Boyacá y Carabobo, luchando por la libertad de América.
Ídolo de su ejército y admirado, como era, por el propio Libertador, su carrera militar no encontraba obstáculos: los laureles se hacinaban a sus plantas. A tal logró ascender que, libertada la provincia de Guayana e incorporada, como parte integrante, a la República de Venezuela, fue nombrado, también por el propio Bolívar, Gobernador y Comandante Militar de dicha Provincia, informándolo así, en su discurso del 10 de noviembre de 1817, pronunciado en Angostura, al Consejo de Estado que acababa de crear.
Para el cuidado de esa Provincia se le concedieron diez escuadrones de caballería, dos batallones de infantería, dos compañías de artillería y la Guardia Nacional, cuyo mando él ostentaba.
Tanto fue su valor, que el Congreso de Colombia, al concederle por unanimidad de sus miembros una mención honorífica como premio a sus grandes e indiscutibles servicios en pro de la libertad de la República del Sur, le llamó, en la comunicación oficial pertinente, “héroe entre los héroes, y bravo entre los bravos de Colombia”.
Hombre de acción y de confianza, a él le comisionó Bolívar para perseguir y capturar “vivo o muerto” al General Piar, cuando éste, sublevándose, no acudió a su llamamiento por haber huido, después de haber atacado al General Moriño en su ilusoria empresa de proclamar un Gobierno Federal. Esta difícil misión fue cumplida por Cedeño al conducir a Piar prisionero a presencia del Libertador, haciendo el castigo a que fue acreedor este General, fusilado tras de inmediato Consejo de Guerra.
Esta confianza que le dispensaba Bolívar le dio vida a uno de sus gestos más asombrosos, en la acción victoriosa de Araure. En medio de la batalla le fueron confiados cuatrocientos prisioneros para que los trasladase a un lugar determinado, donde debían permanecer hasta ser juzgados. Durante el recorrido, penoso por demás, descubrió Cedeño una conspiración entre los prisioneros  para evadirse. Comprobada la exactitud de la misma y enterado de los planes que habían imaginado para hacer posible la evasión, se mostró reservado y concibió el castigo que debía imponerles: los pasó a cuchillo, uno a uno, con sus propias manos. Los cuerpos de los cuatrocientos prisioneros quedaron allí, bajo el cielo de América, como símbolo trágico de una guerra de exterminio, de la cual Boves y Moriño eran representantes genuinos.
Noticioso Bolívar de la acción de Cedeño, le hizo comparecer a su presencia y, sin preámbulos de ninguna clase, como acostumbraba el Libertador en casos análogos, le recriminó violento:
-¿Cómo ha sido usted capaz de matar a tantos hombres a sangre fría?
La voz de Bolívar, enérgica y potente, no logró inmutar al General Cedeño. En la misma postura en que le había escuchado, cuadrado militarmente, como si hubiera concebido con anterioridad la respuesta, le contestó al Libertador, como quien hubiera obrado a impulsos del deber:
¿Y quién le ha dicho al General que yo soy capaz de conservar la sangre fría en presencia de los españoles?
Un abrazo del General Bolívar, ante aquella contestación categórica, libró al General Cedeño de un Consejo de Guerra, cuyo fallo hubiera sido, sin duda, el de pagar con su vida la de aquellos cuatrocientos prisioneros que había pasado a cuchillo con sus propias manos.
Meses después, el 24 de junio de 1821, murió en la batalla de Carabobo, peleando junto a los llaneros de Páez, cuando ya su carrera militar había llegado al pináculo de la gloria.

LXXVIII: Ha sido una incógnita el nombre de este bayamés. Enrique Orlado Lacalle y Zausquet: Cuatro siglos…, p.54, platea que “Recibe la caricia del ardiente sol bayamés aquel 6 de mayo de 1780, José de Jesús, hijo de Don Pedro Antonio de Cedeño, el niño que tuvo por madrina la aventura y le alentó el valor y la osadía”.
Si este Cedeño es el que combatió junto a Bolívar su nombre es Manuel Cedeño. El Libertador al remitir una carta al Congreso expresó “El General Manuel Cedeño. Honor de los bravos de Colombia. Murió venciendo en Carabobo. Ninguno más valiente que él. Ninguno más obediente al Gobierno”.  Apud. Raúl Valdés Vivó: Las dos vidas de Bolívar, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2006, p.434. En la Relación que manifiesta los individuos útiles para el servicio de las Armas que existen en el Partido desde la edad de 15 hasta 45 según lo prevenido por el ocio del Sor. Sub. Inspr. general de la Isla, aparece Manuel Sedeño, soltero y de 16 años. Es el único que con este nombre se relaciona con su jurisdicción. Esta incorporación explica su destacada actuación militar posterior, pues no era un desconocedor del arte militar. Por otra parte y el nombre coincide con la referencia que ofrece la documentación del proceso independentista sudamericano. ANC: Fondo Correspondencia de los Capitanes Generales, leg.445, exp.3. (L.F.G)

Nota:

Tomado del libro Bayamo, autor José Maceo Verdecia, Edición anotada de Ludín B. Fonseca García, Ediciones Bayamo 2015, pp. 284 y 285.

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Un bayamés ayudante de Bolívar

José  Carbonell Alard

En Haití, donde fue a pelear por la libertad, un día en que celebraban la victoria lograda, lo encontró el libertador Simón Bolívar. Detrás había quedado su natal Bayamo, donde viera la primera luz el sexto día del mes de mayo de 1780.
A partir de ese momento su vida joven, llena de arrojo y valentía marcharía al lado de aquel hombre  de quien dijo Martí que para hablar de él hacía falta tener a los Andes por tribuna y a un puñado de hombres libres en la mano.
En la expedición que posibilitó Dessalines partió a Venezuela en compañía de héroe de Ayacucho, de quien no se separaría ya jamás. En Carúpano, donde hiciera las primeras armas, el general Bermúdez le otorgó el grado de sargento, y fue su valor tal, que el propio Bolívar demostró con palabras llenas de elogios su admiración por este soldado de América.
Las batallas de Boyacá y Aragua lo hicieron general, y cuando fue liberada la provincia de Guayana, e incorporada a la República de Venezuela, Simón Bolívar lo nombró Gobernador y Comandante Militar de la Plaza, haciéndoselo conocer al Consejo de Estado que acababa de crear en su discurso del 10 noviembre de 1817 en la Angostura.  Le concedieron para el cuidado de dicha provincia 10 escuadrones de caballería, 2 batallones de infantería, 2 compañías de artillería y la Guardia Nacional, de la que fue su Jefe Superior.
A él entregó personalmente El Libertador la orden de perseguir y capturar “vivo o muerto” al general Piar, cuando éste lo traicionó, acatando al general Meriño en la ilusoria empresa de crear un Gobierno federal, misión que cumplió entregándolo vivo y sometiéndolo a un Consejo de Guerra que lo condenó a muerte.
Por su bravura, el Congreso de Colombia le otorgó mención honorífica por los méritos alcanzados en la liberación de la República del Sur, nombrándolo en comunicación oficial “héroe entre los héroes y bravo entre los bravos de Colombia”.
Mandando una de las tres divisiones, compuesta por 6 mil hombres, junto a los generales Páez y Plaza, bajo el mando de Simón Bolívar, cayó heroicamente en Carabobo un día 24 de junio de 1821; este cubano, bayamés, escribió, con su sangre y su vida, una página más en la lucha por la libertad. ¿Su nombre?: Manuel Cedeño.

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Los enigmas de un general

Osviel Castro Medel

Caminamos emocionados entre las tumbas. No son ataúdes modernos, sino losas con mucho brillo. Debajo de estas reposan los restos de hombres que alumbraron una nación o hasta un continente.
Andamos por el Panteón Nacional de Venezuela —una iglesia admirable que no imaginábamos así— en busca de la lápida que nos señale el lugar exacto donde descansa Manuel Cedeño, el general subordinado de Bolívar que cayó combatiendo el 24 de junio de 1821 en Carabobo.
Poco a poco se van asomando a nuestros ojos los nombres de los ilustres, pero nos desesperamos porque no encontramos el de Cedeño. Nos detenemos cerca del cenotafio (tumba sin cuerpo) de Sucre y entonces por accidente vemos, a la izquierda, lo que buscamos; y se nos contenta el alma.
«Es cubano», decimos con orgullo. Sin embargo, el guía del panteón, José González, y algunos de los guardias de seguridad del lugar nos responden: «Es venezolano». No entramos en polémica, claro. Lo más importante está en su inmensidad, cultivada al lado de Bolívar.
¿De Bayamo?
Manuel Cedeño, cuyos restos mortales yacen en el Panteón Nacional desde el 16 de diciembre de 1942, hizo su historia grande en Venezuela. No obstante, varios historiadores cubanos señalan que nació en Bayamo. Incluso, en la vivienda marcada con el número 175 de la calle Máximo Gómez existe una placa que reza: «En esta casa nació, el 6 de mayo de 1780, el general Manuel Cedeño... ayudante de campo del Libertador Simón Bolívar».
Otro detalle trascendente: hace ocho años, en junio de 2005, el diario Juventud Rebelde publicó un artículo titulado A caballo de Bayamo a Carabobo, en el que aparecen fragmentos de una entrevista que este redactor y el investigador Aldo Daniel Naranjo sostuvieron con Osnel Manuel Labrada Cedeño (en ese instante con 72 años), propietario de la morada mencionada y presunto familiar del guerrero.
«Soy ya como de la quinta generación; quedamos contados descendientes. Mi abuelo, Manuel Cedeño García, a quien no conocí porque murió en 1917, era bisnieto de ese Cedeño que peleó junto a Bolívar», nos dijo entonces Osnel.
El hipotético pariente también contó que su tío Antonio más de una vez expresó deseos de viajar a Venezuela para conocer el sitio donde reposaba uno de «los nuestros», pero a la larga no pudo cumplir su sueño. «Él (…) conservaba viejos recortes de periódicos que hablaban sobre el tema. Trabajaba como barbero y en el local donde pelaba siempre salía a relucir la historia de Bolívar y sus hombres. Vivía orondo por eso», explicó.
«Por su boca y por la de mi madre supe que Manuel Cedeño se fue joven de Bayamo. Partió rumbo a Haití, luchó allá y luego se unió a las tropas de Bolívar en Venezuela; murió en una pelea grandísima, en Carabobo», agregó.
Al margen de este testimonio —preciso o no— vale acotar que el bibliotecario, periodista e historiador bayamés Enrique Orlando Lacalle, en el libro Cuatro siglos de historia de Bayamo, apunta que Manuel Cedeño, hijo de Pedro Antonio de Cedeño (no especifica la madre) y nieto de Gabriel José de Cedeño y Francisca Antonia Infante, abandonó la segunda villa fundada en Cuba por «ansias de viaje y aventuras» y que andar por otras tierras resultaba «su más vehemente deseo».
Pero antes de esas referencias el poeta José Joaquín Palma (1879) y el cronista Fernando Figueredo (1884), ambos miembros del Ejército Libertador, hablaron de Manuel Cedeño como un coterráneo.
Más tarde José Maceo Verdecia en su libro Bayamo, que se apoya mucho en la memoria oral de la ciudad, hace alusión al reconocido patriota americano. Tiempo después, otros estudiosos de la historia como Robert Arnaldo Paneque, José Carbonell y Mary Ruiz de Zárate coinciden en que Manuel Cedeño marchó a finales del siglo XVIII o principios del XIX hacia Haití.
En ese país ayudó a la instauración de la República (1804), alistado en las tropas de Dessalines. Luego quedó colaborando con Petión y posteriormente viajó hasta la isla de Trinidad, donde se unió a Mariño, Sucre y otros patriotas que integrarían el glorioso ejército de Bolívar.
Bravo entre los bravos
Cedeño participó en las más cruciales batallas lideradas por Bolívar en la década de 1810 a 1820. Contribuyó a derrotar en Mosquitero, en octubre de 1813, al feroz caudillo José Tomás Boves, también conocido por La Bestia o El León de los Llanos.
En 1817 ejecutó la orden del Libertador de apresar a Manuel Piar, quien había sido nada más y nada menos que general en jefe de los ejércitos venezolanos. Acompañó a Bolívar en la llamada Campaña del Centro (1818) y resultó, como jefe de la segunda división del ejército libertador de Venezuela, uno de los protagonistas de la segunda y decisiva batalla de Carabobo (1821), que aceleraría la definitiva independencia de este país.
En esa acción, en la que terminó derrotado el ejército español en Venezuela, Cedeño perdió la vida: recibió un balazo en la cabeza al tratar de rendir al último escuadrón realista que se marchaba del campo de pelea.
En su parte de guerra sobre la trascendental contienda, firmado el 25 de junio de 1821, Bolívar afirmó que este combatiente murió del «modo heroico que merecía terminar la noble carrera del bravo de los bravos de Colombia. La República ha perdido en el general Cedeño un grande apoyo en paz o en guerra; ninguno más valiente que él, ninguno más obediente al Gobierno. Yo recomiendo las cenizas de este General al Congreso Soberano para que se le tributen los honores de un triunfo solemne».
¿De Venezuela?
La página web venezolana La Guía de Historia (http://www.laguia2000.com) señala que Manuel Cedeño «nació probablemente —ya que su partida de nacimiento no fue hallada, presumiblemente destruida en un incendio—, en Cardonal, en el estado de Aragua (Venezuela) en diciembre de 1784. Era el menor de dos hermanos, del matrimonio de campesinos conformado por Manuel Antonio Cedeño y Juana Hernández. Junto a su padre se trasladó a Maturín y luego a una zona cercana a Caicara del Orinoco.
Mientras que Venezulatuya.com dice que «se desconocen la fecha y lugar exactos de su nacimiento. Los datos más fidedignos al respecto, señalan que nació en Cardonal, Mata de Herrera, junto al río Los Aceites, jurisdicción de Chaguaramas, al oriente del estado Guárico, en un hato que perteneció al gran latifundista del siglo XVIII, Juan Manuel de Herrera. Siendo aún un niño, fue llevado por su padre a Maturín y luego al hato La Escudilla».
Mientras que el periódico digital de la alcaldía bolivariana del municipio General Manuel Cedeño (estado Bolívar) desmiente en el artículo El prócer de Las Escudillas que el patriota haya tenido cuna en Apure, como aseguran algunos textos aparecidos en Internet. Sin embargo, seguidamente admite que «reconocemos la dificultad para establecer su lugar de nacimiento».
El historiador de Bayamo, Ludín Fonseca, deja claro que cualquier afirmación de uno u otro lado «es difícil de discutir» porque «la partida de nacimiento de Cedeño aún no se ha encontrado» ni en Bayamo ni en Venezuela al parecer, y que sería oportuna una búsqueda minuciosa en los archivos militares de este país, tarea que tenemos por delante.
No es ocioso recordar que el incendio de enero de 1869 en la ciudad cubana destruyó casi todos los documentos valiosos del pasado. Pero como acota Fonseca, la tesis de que es bayamés nace «por todas las menciones al respecto, desde alguien tan especial como José Joaquín Palma».
Un dato interesante sobre esta discusión vio la luz el 3 de julio de 1957 en el periódico bayamés Hatuey, cuyas páginas plantean que el «Gobierno de Venezuela» de ese momento, «cumpliendo un sentimiento patriótico y libertario y de profundo reconocimiento a las grandes figuras de las Américas» donará a Bayamo un busto del general Manuel Cedeño, «hijo de esta ilustre ciudad».
El órgano de prensa añadió que «el monumento será inaugurado el 12 de enero de 1958», como un homenaje de Venezuela a la fecha de la quema de la ciudad.
Tal busto jamás llegó, pero el 24 de junio de 2001, en ocasión del aniversario 180 de su muerte, se inauguró uno cerca de la que es considerada en Cuba su casa natal, el cual hubo que retirar porque no se fabricó bien y sufrió deterioro.
Desde hace años existe la intención en Bayamo, ciudad que está presta a cumplir 500 años (5 de noviembre), de levantar uno de bronce. Claro, un busto más no bastaría. Hay que ir al estudio consciente de su obra, tanto en Cuba como en Venezuela. Hay que viajar a sus proezas y a su ejemplo de lealtad infinita a Bolívar. Y, más allá de donde pudo haber nacido, recordarlo siempre como ser humano, como un libertador de la nueva América.

NOTA:
Tomado del sitio web del diario Juventud Rebelde el 2 de mayo de 2018. Fue publicado el 20 de junio de 2013. Updated: jueves 21 septiembre 2017.

La fuentes consultadas por el autor de este artículo son:

—Periódicos La Demajagua (1981, 1984, 1986 y 1991).
—Periódico Juventud Rebelde (2005).
—Cuatro siglos de historia de Bayamo (1947), libro de Luis Orlando Lacalle.
—Bayamo (versión actualizada de 2009), libro de José Maceo Verdecia.

Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 05:35 pm
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Boletín Acento . Oficina del Historiador
Bayamo M.N., Cuba. 2018
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