Yo no pregunto, derrocada torre,
cuál fue tu suerte en tus primeros días;
mas, cuando por tus salas, ya vacías,
como un blando gemido, el viento corre,
El velo del pasado se descorre
formas revisten tus cenizas frías,
aún resuena el rumor de las orgías,
un suspiro aun tus bóvedas recorre.
Me figuro el orgullo poderoso
de tu Señor, y el golpe que certero
en el olvido confundió su historia.
Si alza de allí su frente desdeñoso,
cual tú del huracán te burlas fiero,
burlarse ha de la mundana gloria.
Bayamo, noviembre de 1851.
NOTA:
Fuente: Carlos Manuel de Céspedes. Escritos. [Compilación de Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo]. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1982, Tomo I, p. 401.
ENCICLOPEDIA CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES. Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes. Bayamo, Cuba. |
Manuel de Zarragoitía y Jáuregui se convierte a principio del siglo XIX en una de las figuras más sobresalientes del movimiento intelectual de Bayamo. En 1800 ocupó el cargo de administrador de Rentas Reales en la villa y desde ese importante puesto se relacionó con las luchas políticas y sociales de la época. El 5 de marzo de 1805 apareció fechado en Puerto Príncipe un informe dirigido por él al Real Consulado de Agricultura y Comercio, el cual constituye el primer escrito cubano con amplio sentido de cubanía.
Sobre Zarragoitía, Manuel Moreno Fraginal escribe que “planteó todos los problemas de la época desde un ángulo no azucarero”; precisó “que el interés de los comerciantes es absolutamente contrario al del Estado”; por primera vez en Cuba “pone el ejemplo ascendente de los Estados Unidos”; niega que la Isla hubiera evolucionado, excepto para algunos privilegiados y “reclama medidas modernas de control económico, censos de población, agricultura, industria, comercio y riqueza natural […] desestima esperar ayuda de España” y por último emite, por primera vez el exacto concepto de cubano, el primer grito de plena insularidad, de honda raigambre nacional.
El pueblo de la Isla de Cuba no está representado ni lo constituyen los vecinos de La Habana, Cuba (Santiago), Trinidad y Matanzas. El pueblo de la Isla de Cuba es compuesto de todos sus habitantes, y este mismo pueblo compuesto de todos sus habitantes no debe formar sino una sola familia, y entre los miembros de esa sola familia es que se deben distribuir los bienes y los males, sin distinción ni privilegio.
En otros escritos, Zarragoitía, presentaba varios proyectos en los que proponía y fundamentaba la necesidad de aplicar medidas de carácter liberal para aumentar las recaudaciones de la Arcas Reales mediante el fomento de la gestión económica. Entre los bienes del clero regular, de los conventos y monasterios, en todos los dominios de la corona española. También se pronunció por eliminar los privilegios comerciales de unas poblaciones sobre otras; distribuir en muchas manos los terrenos pertenecientes al rey y los de algunos particulares que no los cultivaban, poblaban, ni arrendaban; realizar una reforma tributaria; lograra su compra en el extranjero; aumentar el número de escribanos públicos en las poblaciones de acuerdo con la cantidad de habitantes.
Esas y otras reformas revelan a Zarragoitía como un agudo observador y profundo conocedor de la situación de la Isla, además de poseer una elevada cultura cívica, cuyo pensamiento no solo se dirigía a proponer soluciones a problemas de la jurisdicción de Bayamo, sino de toda Cuba, proyectándose abarcar la propia península española y sus restantes posesiones coloniales. Con extraordinaria visión, en fecha tan temprana como en el año 1811, advertía que si la metrópoli no implementaba reformas que modernizaran y activaran la economía insular, los angloamericanos podrían aprovechar la ocasión para apoderarse de Cuba.
Aunque Zarragoitía juraba repetidamente ser un decidido partidario de la monarquía, es indudable que muchas de las medidas propuestas tenían un carácter netamente liberal y erosionaban las bases del absolutismo, las que hubieran sido perfectamente aplicables en una Cuba separada de España. Esa línea de pensamiento refleja posiciones liberales avanzadas de determinados sectores sociales de la región y que representaban posiciones alternativas respecto a las sostenidas en la época por francisco Arango y Parreño y otros reformistas en el occidente del país. |
La acción del 26 de julio de 1953, protagonizada por los jóvenes, conocidos luego como la generación del centenario, tuvo un verdadero y único motivo: el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 encabezado por Fulgencio Batista hecho que originó, a partir ese momento, un estado tal que determinó la búsqueda de una salida a tal situación. La respuesta revolucionaria la dio el movimiento encabezado por el joven Fidel Castro Ruz, en las acciones de Santiago de Cuba y de Bayamo.
Acercamientos a la acción del 26 de julio en Bayamo, que se han expuesto, son el resultado de más de veinte años de investigaciones de José Leyva Mestre (fallecido) y del autor en una gran parte de ellos.
Los comprometidos, cifras:
En el transcurso de la investigación, en lo referente al número de participantes en los preparativos y de los comprometidos, fue dudosa la cifra de los destinados a Bayamo, por el grado de compartimentación que caracterizó la organización y la preparación de los combatientes. Ni entre ellos mismos se conocían, sino eran del mismo grupo. Hay ejemplos como es el caso de Ibrahim Sosa González, del grupo de Ñico López, comprometido y que no asiste por una herida de bala que se produjo accidentalmente antes de la partida, por tanto, no todos los comprometidos de ese grupo participan en las acciones del 26.
La cifra de los 27 comprometidos a Bayamo, se da por primera vez a partir del testimonio de Juan Olazabal (Juancito, primer director del museo “Ñico López”) que dice ver en el Hospedaje “Gran Casino”, donde fue después de las acciones del 26 por la mañana, una lista con 27 nombres la cual destruyó.
Luego se recoge instintivamente la cifra de 25 y 27. En ellas el nombre de Elio Rosete Costa, incorporado en los meses finales no aparece, así como el de Pedro Sol Gómez y el de Luciano González Camejo que no eran del movimiento. Este último el día 25 cuando ve a sus compañeros tomar el auto, se monta junto a ellos, al escuchar que van a unas regatas en Varadero.
Todo esto hacía dudosa la cifra real de los comprometidos y participantes, hasta tanto no se tuvo una confirmación lo más acertada posible, a partir de los testimonios de los sobrevivientes. Quienes determinaron cotejar la cifra de 27 combatientes como los que llegaron a Bayamo el 25 julio.
En algunas publicaciones se dice que viajan 22 en tres automóviles y que cuatro estaban en Bayamo. Se incluye a Elio Rosete, poniéndose como vecino de la ciudad que cooperaría. En total suman 27. Incluso, el sábado 25 por la noche, estando Fidel en Bayamo, en la acera de La Cubana, pensó en dejar aquí a Ernesto Tizol, pero recordó que tenía otra misión, ordenándole que continuara viaje. En un texto del Dr. Mario Mencia, dice que viajan 21 en tres autos y cuatro estaban en Bayamo, eso suma 25 pero al distribuirlos por carro, da que viajan 8 en el de Aguilera, 8 en el de Raúl y 7 en el de Mario Martínez, eso da un total de 23 más 4 en la ciudad, suman los 27. Todavía se puede especular en cuanto a la cifra de los comprometidos, pues esta no estaba recogida en ningún documento, nadie tenía una lista de los que vendrían a Bayamo, hasta los últimos instantes del 25, todavía Fidel estaba organizando a los miembros del movimiento y a esto hay que sumarle las situaciones que se dieron con las salidas de los jóvenes desde La Habana.
Los automóviles:
Por las informaciones testimoniales de los sobrevivientes, se destaca la coincidencia de que se trasladan a Bayamo desde La Habana en tres automóviles y que desde el “Gran Casino” a la parte posterior del cuartel lo hacen en cuatro. Este cuarto auto fue alquilado por Renato Guitart a Sergio González Machado por mediación de Fernando Fernández Catá, agente de automóviles Willys Jeep, en Bayamo; un Ford modelo 1952, color azul.
Además la prensa de la época registra cinco, fueron fotografiados parqueados en el patio del cuartel, el quinto, es el que recogen en el Entronque de Bueycito, perteneciente a Viera Milán. Todos desaparecieron, pues estos no fueron incluidos en la relación de las piezas de convicción que el juzgado remitió a la audiencia de Santiago de Cuba. Todos los carros pasaron a manos de los guardias. Esto confirma que los militares además de asesinos, eran ladrones vulgares, por supuesto, con la complicidad de las autoridades judiciales de Bayamo.
Identificaciones, enterramientos e inhumaciones:
Está demostrado que los 10 combatientes muertos posterior a la acción del 26 de julio, fueron hechos prisioneros y luego asesinados, ninguno murió en las acciones de ese día. Las actas de constitución del Juzgado así lo demuestran. Al levantar los cadáveres en cada lugar, describen sus heridas, en todas se confirman disparos en las partes superiores del tronco, en ninguna se hace referencias a las armas, que según los partes militares, habían muertos en enfrentamientos con los guardias. Todos fueron asentados con desconocimientos de sus generales.
Con respecto a los seis enterrados en el cementerio de Bayamo, dos el día 27 y cuatro el 28, los sepultureros colocaron un número consecutivo en papel dentro de cada caja y luego este fue cotejado con las fotografías realizadas a cada cadáver en los lugares donde aparecieron por orden del Juzgado de Instrucción, a las cuales se puso el número correspondiente. En el libro de enterramientos se puso el número de la foto, las que fueron hechas por Rolando Avello Vidal. Estas se refieren a los cadáveres de Mario Martínez Arará, José Testa Zaragoza, Lázaro Hernández Arroyo, Luciano González Camejo, Rafael Freyre Torres y Pablo Agüero Guedes. Sin embargo, los combatientes Mario y Luciano no están inscriptos en el registro civil de Bayamo, constan en el registro de Veguitas, como sepultados en el cementerio de esa localidad, por información dada por familiares en el momento que trataban de identificar los muertos, en este caso fueron confundidos con los cadáver de Gilberto Varón y Pedro Veliz. Por tanto, son falsas.
Después del triunfo de la Revolución, el Archivo General Dactiloscópico identificó a los seis cadáveres sepultados en Bayamo, también fueron inscriptos en el Registro Civil de esta localidad. En el cementerio solo se encuentran los cadáveres de Mario y Luciano, el resto fueron inhumados y trasladados a La Habana.
Las identificaciones de Mario y de Testa, fueron obtenidas por el teniente Roselló Pando, jefe del puesto de Bayamo (psr), desde el momento que son hechos prisioneros y llevados al cuartel, e interrogados por este, pero nunca dio sus nombres a las autoridades judiciales, no los podía dar ante el montaje de los hechos que orquestaron sin embargo, el nombre de Mario se filtró por parte del ejército, al ser identificado inmediatamente a su muerte, pero no fue inscripto en el Registro Civil de Bayamo, recuérdese que por confusión, aparece en Veguitas.
Los sobrevivientes y la cooperación recibida:
Tema bastante extenso, atendiendo a los diferentes grupos y combatientes que se retiran, por la diversidad de lugares en que transitan y del número de personas que pasan de 109, que los atienden en todo el peregrinar hasta su salida del territorio. Por tanto, no es propósito exponer las particularidades relacionadas con los grupos o combatientes que sobreviven y la cooperación recibida desde los minutos siguientes en que finalizó el combate.
Sí destacar que los 14 combatientes que sobrevivieron, fue por la ayuda recibida. Tal es el caso del combatiente Adalberto Ruanes Álvarez, con el cual interactuaron 28 personas, desde que al retirarse de la parte posterior del cuartel y caminar por la calle General García recibe la ayuda de Juancito, que lo invita a penetrar en su casa y luego su esposa lo traslada para otra, en ese andar estuvo hasta la finca del exalcalde de Bayamo Alfredo Marrero Pérez en Jabaco y luego termina en la de Leopoldo Gómez, en Cauto Cristo. Resaltar que entre las personas que cooperaron con Ruanes, nueve fueron mujeres.
El otro caso, que es ejemplo de la ayuda recibida es el de Andrés García Díaz, posterior al intento de asesinato por los guardias de Manzanillo junto a Hugo Camejo y Pedro Véliz en el camino del central Sofias, Veguitas, el cual recibe la ayuda de unas 22 personas, desde el instante en que sale por la madrugada a la vaquería cercana “La Veguita” hasta su última estancia en la casa del matrimonio Teobaldo Jiménez y Narcisa Rodríguez, en Malacó y su entrega posterior por Ñico Verdecia al Obispo Pérez Serantes, de Santiago de Cuba.
En todas las historias que recogen el andar de los sobrevivientes de la acción del Carlos M. Céspedes por tierras de la actual provincia de Granma, se destacan los gestos generosos e incondicionales de personas de diferentes posiciones y géneros, que se caracterizaron por brindar lo que tenían sin preguntar a cambio de que, gracias a esas ayudas, pudieron ver la materialización de sus ideales que los llevó a aquel glorioso 26 de julio de 1953. |
Durante el ataque al cuartel los jóvenes revolucionarios solo habían tenido una baja: Gerardo Pérez Puelles que logró escapar. Por su parte, las fuerzas de la tiranía habían tenido dos bajas: el sargento de la policía Gerónimo Suárez Camejo, muerto, y el soldado Navarro, herido.
Pero desde su cubil en Columbia el monstruo de Kukine, indignado y furiosos porque el ejército había tenido más bajas que los atacantes, dio la feroz orden –de la que fue portador el general Martín Díaz Tamayo- de matar diez prisioneros por cada soldado muerto en combate. La orden se cumple en forma bárbara y cruel, siendo torturados y fríamente asesinados hombres inermes, indefensos, desarmados, a los que luego hacen aparecer como muertos en distintos combates.
La ciudadanía contempla espantada los horrendos crímenes y con su repudio sella, desde aquel mismo instante, la suerte del régimen sanguinario y opresor. En Bayamo la orgía de sangre es dirigida por el teniente Juan A. Roselló Pando, jefe de la guarnición, que no estaba en el cuartel cuando el ataque y al que se ve convertido en una verdadera fiera, sobrecumpliendo la meta de crímenes establecida, al ordenar la muerte de todos los prisioneros, trece en total, por cincidencia el número del escuadrón atacado.
Después de haber sido golpeado brutalmente en el cuartel, son asesinados Mario Martínez Ararás y José Testa Zaragoza, a uno de ellos lo habían detenido en un ómnibus de la ruta Rivas. Participa personalmente en el asesinato –al negarse a hacerlo otro militar- el teniente Roselló, exclamando al ultimar al primero: “¡Esto se hace así, cobardes!” Tres días se pasaría con el pantalón manchado de sangre, alardeando de su crimen.
Como muertos en un supuesto combate, en el lugar conocido por Ceja de Limones, cerca de Bayamo, aparecen los cadáveres de Luciano, Papo, González Camejo, Rafael Freyre Torres, Lázaro Hernández Arroyo y Pablo Agüero Guedes. En el lugar no había huellas de sangre y en todos los alrededores no se encontró ni un arma, ni una bala, ni un casquillo, según el valioso testimonio del compañero Rolando Avello Vidal, que actuó en el caso como fotógrafo del juez y los médicos forenses. La farsa no podía ser más cínica y burda.
Bien conocido es el caso –que supera a los más fantásticos creados por la mente enfebrecida de Edgar Allan Poe- del combatiente Andrés García Díaz, su hermano de crianza Hugo Camejo Valdés, que fuera el jefe de la heroica célula de Marianao, y Pedro Véliz Hernández.
Los tres lograron coger un ómnibus en dirección a Manzanillo. Con el propósito de llegar a Campechuela, donde tenían unos parientes. Un policía que iba en el ómnibus sospechó de ellos y al llegar a Manzanillo fueron detenidos. Después de ser golpeados salvajemente los trasladaron al cuartel de Bayamo, por órdenes del teniente Suárez y desde aquí el Sargento de la Paz y el cabo Maceo los trasladaron en la madrugada del día 27 hasta el callejón de Sofía, cerca del poblado de Veguitas. Detuvieron el carro. Los golpearon con las culatas de los fusiles, los amarraron por el cuello con una soga y los arrastraron con el jeep para estrangularlos. Allí los dejaron por muertos.
Pero ocurriría algo extraordinario…
En el camino de Alto Cedro a Palma Soriano y en un lugar conocido por Barrancas, son lanzados a un pozo ciego, cerca del río Cauto, los cadáveres de Raúl de Aguiar Fernández, Armando del Valle López y Andrés Valdés Fuentes. Juntos habían salido de La Habana. Juntos habían combatido en Bayamo. Juntos estuvieron en la muerte… Sus asesinos fueron el sargento Montes de Oca, Jefe de Puesto del Cuartel de Miranda, el cabo Maceo y el teniente jefe de Alto Cedro.
Y completando la cifra “fatídica” (13): Rolando San Román y de la Llana y Angel Guerra Díaz, que desaparecieron sin que jamás se supiera de ellos. El número 14 lo haría Pablo Cartas Rodríguez, que salió de La Habana junto con Ñico López, combatió en el cuartel de Bayamo y al parecer, logró escapar de aquí, pues su cadáver apareció en Santiago de Cuba, figurando como uno de los mártires del Moncada.
Nota:
Tomado de: Rubén Castillo Ramos (1981) Las avanzadas del Cauto: el ataque al cuartel de Bayamo. Editorial Oriente, Santiago de Cuba.
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