Resulta una necesidad ineludible hablar de la Iglesia Parroquial Mayor de San Salvador de Bayamo, no solo porque ha sido testigo de grades hechos históricos (en su recinto se interpretó La Bayamesa -que luego devino nuestro Himno Nacional-, se bendijo la bandera de Céspedes, además el inmueble fue partícipe excepcional de la quema de la ciudad) sino porque en su interior se encuentran piezas que, por su valor artístico, no se pueden olvidar.
La capilla de Nuestra Señora de los Dolores, obra atribuida al bayamés Manuel del Socorro, posee un retablo netamente barroco, que evidencia haber sido adaptado al local, ya que en su parte superior, esculpida en madera y laminada en oro, tiene como fondo elementos pictóricos rojos -como es conocido, en Cuba se utilizó el azul-, que son característicos de Centroamérica, en específico de Guatemala y México. Esta zona no se corresponde con el interior, que ha sido tallada, escayolada y después pintada, constituyendo una policromía. Otro detalle que denota el acople del retablo al local es el crucifijo, en su parte superior, en forma horizontal pegado al arneruelo.
En la capilla, que comenzó a construirse el sábado 24 de enero de 1733 y culminó el domingo 24 de abril de 1740, se halla también un trabajo de artes plásticas de los primeros y más antiguos que hoy pueden apreciarse. En el arneruelo del alfarje existen pinturas de flores y animales autóctonos, llamativas por su sincretismo, ya que son elementos totalmente cubanos que en los techos coloniales de nuestro país no se aprecian de manera habitual. Es posible que esta obra, de autor anónimo, fuera realizada por hombres de la zona, ya que su envergadura no sugiere otra cosa.
El Jesucristo ubicado en la misma capilla en una talla en madera, de autor desconocido, de líneas primitivas, con rostro de un aborigen achinado propio de las zonas de Centroamérica, que es probable llegara a Bayamo por el comercio de rescate. Esta imagen no guarda relación con el retablo, ya que es notable lo diverso del trabajo en cada uno de los casos.
Algo similar puede observarse en el Santísimo Salvador, que da nombre a la iglesia, y que según plantea Maceo Verdecia, en su libro Bayamo, llegó al templo en 1730 y fue sacado de este la noche de la quema de la ciudad, por Maceo Osorio, Perucho Figueredo, Luis Marcano y Donato Mármol, y llevado a la manigua como parte de un acuerdo del Ayuntamiento Revolucionario de Bayamo. Alrededor de los años cuarenta, de este siglo, fue encontrado en una finca que, según señala el propio autor, perteneció a Francisco Vicente Aguilera. Los rasgos de esta pieza son de un trabajo americano, en el cual puede notarse un escayolado y después pintado, con ciertas desproporciones desde el punto de vista antropomórtico.
Al continuar el recorrido por la iglesia se encuentra, cercana a la puerta principal, la pila bautismal, una talla en mármol o piedra rojiza de la región de Santa Rita, Jiguaní, que por sus características es posible enmarcar dentro del barroco. No puede afirmarse que esa sea la pila original de cuando empezó a construirse el templo en 1600, porque como es conocido el inmueble sufrió, en 1624, una reparación producto de un terremoto.
Existe, asimismo, un inmenso lienzo que representa la bendición de la bandera de Céspedes, obra fechada en 1918, en Santiago de Cuba, realizada por el pintor dominicano Luis Desangles (1862-1937) a petición del arzobispo de la Catedral de Santiago, Ambrosio Guerra, quien dirigiera la restauración de la parroquia bayamesa a título del templo. El cuadro posee la misma forma del techo, que es una imitación de una bóveda de medio cañón del arte romántico, y presenta a su autor, un poco a lo Velázquez, mirando hacia el público.
A lo largo del templo se encuentra diez medallones, ocho de ellos atribuidos a Desangles, que son lienzos trabajados en óleo y pegados al muro, lo cual constituye algo original por lo poco visto en Cuba. Los dos últimos quizás sean de otro autor, producto de restauraciones posteriores o de modificaciones, ya que existe una diferencia en el tratamiento del color.
Posiblemente el único templo religioso cubano que todavía sobreviva al tiempo sea la Iglesia Parroquial Mayor de San Salvador de Bayamo. De ahí, el gesto bayamés de acercar al visitante a uno de los más añejos monumentos que adornan sus calles, patrimonio íntimo del decursar de sus generaciones.
La pila bautismal es una de las obras más antiguas que conserva la Iglesia Parroquial Mayor de San Salvador de Bayamo.
NOTA: Tomado de la Revista Revolución y Cultura, junio 1982