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Segunda Época | Mes Abril/2018 | Año 4 | No. 37 |
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José María Izaguirre e Izaguirre |
Yolanda Aguilera Iglesias |
José María Izaguirre Izaguirre: Poesía y Civismo |
Mario Cobas Sanz |
Pepe Vázquez |
José María Izaguirre |
En Guáimaro |
José María Izaguirre |
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José María Izaguirre e Izaguirre |
Yolanda Aguilera Iglesias
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El miércoles19 de abril de 1826, mientras la villa de San Salvador deBayamo, duerme la tranquila siesta de la hora del mediodía se escucha el llanto de un recién nacido, que recibe el nombre de JoséMaría Izaguirre e Izaguirre, junto a Lico y Matica formaran el trio de hermanos. Precisamente se cumplen 192 años de su natalicio.
Su primera educación la recibió en su ciudad natal. En el año 1842, se dirigió a La Habana, se hizo bachiller y se graduó de Filosofía y Letras en 1847. Dentro de las actividades que desarrolló están las colaboraciones en el diario El Faro Industrial. A partir del año1851, se instaló en la actual ciudad Monumento Nacional y fue el fundador del colegioSan José de Bayamo, siendo uno de sus alumnos José Joaquín Palma.
Por esa época comenzó a escribir cuentos de alto valor histórico y patriótico –literario que recogen las tradiciones de Bayamo, entre ellos podemos citar:Los Jigües, La Torre de Zara Goitia, La Cruz Verde y su obra didáctica El Narrador, de esta forma ofrece alosniños, las mejores maneras de conducirse en la vida, para ser buenos en todo momento. Es esta una manera de ayudar a la formación integral.
Fue detenido en el año 1859, por haber leído versos patrióticos en La Filarmónica, era amigo de Francisco Vicente Aguilera, Perucho Figueredo, Francisco Maceo Osorio, entre otros patriciosbayameses que compartían sus ideales.
En el año 1865, trasladó su colegio hacia Manzanillo, para participar en los preparativos de la lucha armada, alternando la docencia, con las actividades políticas, inculcándole a sus discípulos, las ideas por la libertad y la emancipación. Estableció contacto directo con Carlos Manuel de Céspedes y participó activamente como secretario de la junta conspirativa en Manzanillo.
Más adelante es encarcelado por la acusación de participar en las actividades conspirativas. Por suerte logró escapar y se incorporó a la lucha.Después de la toma de Bayamo, colaboró en el periódico El Cubano Libre.
José María Izaguirre e Izaguirre es un digno hijo de Bayamo. Se ha convertido también en un ejemplo para las presentes y futuras generaciones. Es considerado, además, un poeta revolucionario, maestro, constituyentista de la Asamblea de Guáimaro y creador en su destierro político de las Escuelas Normales de Guatemala y Colombia. Fiel representante de la rebeldía criolla, de los bayameses.
Es necesario destacar que Izaguirre estuvo junto a JoséMartí en el entierro de María García Granados y Saborio (la Niña de Guatemala), hasta las últimas horas, y le colocó la mano en el hombro aMartí, destacándole que ya era muy tarde y junto a él José Joaquín Palma. En fecha: 10 de mayo 1878, dos valerosos bayameses se unieron al dolor de nuestro apóstol.
NOTA: Tomado del Archivo histórico. Grabación de Víctor Montero, Archivo de la Familia Cabrera Boza.
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José María Izaguirre Izaguirre: Poesía y Civismo |
Mario Cobas Sanz |
José María Izaguirre Izaguirre nació en Bayamo en el año 1828 y murió en 1905. Se graduó en 1847 de bachiller en Filosofía y Letras en La Habana. En 1848 viajó a Estados Unidos, donde se nutrió con los métodos de enseñanza que en aquellos tiempos se empleaban en ese paísy los introdujo en su ciudad natal, fundamentalmente en el colegio de humanidades de San José, donde fue mentor esclarecido de una generación en que se destacan hombres de acción intensa en la política y las letras.
Su amor a Cuba y su fe separatista lo llevaron al combate, incorporándose a la insurrección el 10 de Octubre de 1868.
Su lírica tuvo la mágica armonía del dolor y civismo. En la acción armada deEl Horno, en mayo de 1870, compuso la poesía A Cuba, donde describe y perpetúa el amor a la Patria, a su esposa y a su madre, además clama por la necesidad de la unión entre los cubanos como garantía para vencer la opresión.
[…]
Tuve una madre adorada
que en hora infausta perdí,
y tengo una esposa amada
que es el cielo para mí.
Pues ni á mi adorada esposa
ni a la madre que perdí,
tuve el amor, Cuba hermosa,
que experimento por ti.
[…]
Cual madre que á su hijo adora
nos diste lo que tenemos,
y hoy en la suprema hora,
devolvértelo debemos.
Con mi sangre en otro día
siendo joven te serví,
y, vivo aún, todavía
tuyo soy: dispón de mí.
Adorada patria mía:
di á tus hijos que la unión
es la mejor garantía
para vencer la opresión. 1
En la poesía La acción deRío Abajo, escrita en marzo de 1870, transporta al lector al campo de batalla y lo coloca junto al alma de los combatientes. Hay en ella descripción vívida, lirismo, entusiasmo, dolor y esperanza. Revela el tesón irreductible del soldado libertador que mata por amor a la patria.
Lleno de fe y de valor
con el machete en la mano,
se lanza el noble cubano
en el campo del honor.
Terrible batallador,
corta cabezas de un tajo,
y sin pena y sin trabajo
se cubre de inmensa gloria,
en la preclara victoria
del inmortal Río Abajo.
1 José María Izaguirre Izaguirre.Asuntos Cubanos. Colección de artículos y poesías, pp.129-130.
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Pepe Vázquez |
José María Izaguirre |
Pepe Vázquez era un hermoso joven de veinticinco años, perteneciente á una distinguida familia de Bayamo. Su estatura era mediana, pero su naturaleza era fuerte. Su color, trigueño: su frente ancha y despejada: sus ojos, grandes y negros: negra y espesa su barba: el conjunto de sus facciones, bello y armonioso, dientes blancos y parejos, de que él cuidaba con esmero y prolijidad: un tipo árabe, en fin, de los más perfectos que puede producir la patria de Mahoma, y, para asemejarse más á ellos, montaba á caballo con gallardía y prodigiosa agilidad.
Como toda la juventud de Bayamo, tomó parte en la revolución de Yara, alistándose en las filas que capitaneaban los inmortales patriotas Céspedes y Aguilera. Allí dio pruebas de gran valor en diferentes encuentros, lo que le hizo ascender grado por grado hasta el de Coronel del Ejército Libertador.
El Gobierno le destinó a operar en la zona de Holguín, donde estableció su campamento al frente de un escaso número de soldados mal vestidos y peor armado que equipados. Contaba, sin embargo, para su defensa con un cañón, que aunque sin cureña y sin pertrechos apropiados, podía serle muy útil, si se sabía aprovechar sus servicios.
No tardó en presentársele la oportunidad de probarlo.
Tuvo noticias por sus espías de que el coronel Morales de Roda se preparaba á atacarlo al frente de una fuerza respetable, y Vázquez determinó esperarlo. Para esto era necesario prepararse, á fin de equilibrar con la industria las diferencias de número y condición que había entre sus soldados y los del enemigo.
Con tal objeto dispuso la limpia de un llanito junto á la casa del campamento, y colocó el cañón en el monte fronterizo con la boca dirigida para ese llano, asegurándolo con una cuerda á un árbol, y llenándolo de pólvora y balas de fusil. Dispuso también que cada soldado estuviese ocultado detrás de un árbol ó entre la manigua, y que ninguno disparase un tiro hasta que el cañón diese la señal.
Y el resultado correspondió á sus esperanzas.
El enemigo llegó al campamento con muchas precauciones, y hallándolo desocupado, se reunieron los soldados en el llanito á celebrar su triunfo. Cuando Vázquez los vió agrupados dio orden de fuego y el cañón ensordeció la montaña con su horrible estampido. La carnicería que hizo fue terrible. Un gran número de soldados quedaron desplazados, otros heridos y el resto lleno de espanto: cabezas por un lado, miembros por otro, y el suelo enrojecido con la sangre de laas víctimas. Y completó el pánico la fusilería que, desde sus escondites y con acertada puntería, lanzaba tiros de muerte á los supervivientes de aquella gran hecatombe.
Sin oir más voz que la de sálvese quien pueda. Se declararon en abierta fuga: de manera que Morales de Roda, que soñó con volver á Holguín triunfante y glorioso, volvió vencido y humillado al frente de una fuerza que fue numerosa, y que volvía reducida y despedazada.
Esta acción hizo más conocido y estimado a Vázquez, y el General Gómez, que lo quería mucho, se interesó en tenerlo a su lado, por cuyo motivo se le ordenó pasase a Santiago de Cuba á ponerse a las órdenes de aquel jefe.
Así lo hizo Vázquez, pero pocos servicios pudo prestar en esa jurisdicción, pues, habiendo enfermado, fue necesario darle de baja en el ejército hasta que mejorar su salud.
Esto, desgraciadamente, no se consiguió, á pesar de la asidua asistencia con que se le cuidaba. Gómez le haría conducir á los campamentos á que él se trasladaba, para que estuviese mejor asistido, y más libre del alcance de las tropas españolas. Tuvo, sin embrago, necesidad de dejarle por unos días para emprender sus operaciones; mas, al ausentarse le dejó bien recomendado, con la esperanza de encontrarlo bueno á su regreso: esperanza muy lejana, pues Gómez y los demás que le asistíamos veíamos que la enfermedad iba tomando más cuerpo cada día, y como no teníamos médicos, ni medicamentos que un pomo de quinina, no más alimento que algunas calabazas sin sazón, no era muy difícil prever el resultado.
Gómez salió a operar por el cafetal Cristal, por Ti-arriba y otros puntos, y Calixto García y yo, enfermos también, le acompañamos hasta cierta distancia donde él dispuso que esperaramos su regreso.
Verificóse éste pocos días después, volviendo de su excursión victorioso, como siempre. Nos reunimos en el Quemado, donde estaban acampado las fuerzas de Silverio del Prado y de Paquito Borrero. Allí fue á encontrarnos el C. Antonio Espinal, Gobernador civil de la jurisdicción, quien, después de haber contestado á varias preguntas de Máximo Gómez relativas á la localidad, nos dijo:
-Tengo una mala noticia que comunicar a ustedes.
Nuestros corazones latieron con fuerza, presintiendo cuál podía ser esa mala noticia, y los tres hicimos esta pregunta como heridos por golpe eléctrico.
-¡Pepe Vázquez!
-Sí, respondió Espinal: hemos perdido un buen amigo, y Cuba un gran patriota.
Calixto y yo sufrimos un fuerte sacudimiento, y de nuestros labios brotaron estas sencillas palabras: “-¡Pobre Pepe!”
Lo que pasó por el general Gómez, yo no lo sé: lo que si sé es que volvió la cabeza hacia el otro lado para ocultar una lágrima que asomó a sus ojos, porque ese temido general, á pesar de su fiereza en los combates y de la entereza de su carácter, tiene, para la afecciones tiernas, el corazón de un niño.
Esto pasó el 23 de Septiembre de 1870.
NOTA: Tomado del libro Recuerdos de la Guerra de los Diez Años; autor: José María Izaguirre. Este ejemplar, deteriorado por el tiempo, se encuentra en los fondos de la Casa de la Nacionalidad Cuba.
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En Guáimaro
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José María Izaguirre
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La grandeza y nombradía de los pueblos no dependen precisamente de su riqueza, del esplendor de sus monumentos y edificios públicos, ó del número y sabiduría de sus habitantes. Un pueblo pequeño puede ser grande en el sentido moral, si por sus acciones se ha elevado sobre el nivel común de los otros pueblos. La historia nos presenta números ejemplos de esta verdad, y en estos días la vemos confirmada en Cuba, donde tres pueblos de apariencia insignificante, Yara, Bayamo y Guáimaro, son los que gozan de mayor prestigio en los anales revolucionarios de la hermosa Antilla.
En efecto ¡quien al nombre da de Yara no evoca los recuerdos de una época gloriosa para Cuba, la revolución incomparable de Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Vicente Aguilera que, con un pasado de soldados bisoños é inermes, se rebelan contra el soberbio poder español, y le desafían y le promueven una guerra que duró diez años causándoles las pérdidas de doscientos mil hombres y de más de ciento cincuenta millones de pesos! ¡Quién al hablar de Bayamo no recuerda que fue el primer pueblo de Cuba que vivió revolucionariamente la vida de la libertad, y que el día en que no pudo seguir gozando de ella se suicidó incendiándose como Morena, antes que consentir en que sus habitaciones sirvieran de guardia al opresor! ¡Quién al nombre de Guáimaro no recuerda la unión de los dos levantamientos, el de Oriente y el de Camagüey, y la libérrima Constitución que sirvió de base á esta unión, y que dio forma al Gobierno, estabilidad y fuerzas á la revolución! Y, sin embargo, Yara era un caserío de 500 habitantes, Guáimaro de 1,000 y Bayamo una ciudad de 7,000 en la época en que estalló la revolución.
La Constitución de Guáimaro, en abierta pugna con el sistema que impera en Cuba española, contiene todos los principios del credo republicano democrático y su adopción será siembre un timbre de gloria para los patriotas que la discurrieron y firmaron. Otras constituciones hechas para pueblos ya formados y escritas con el reposo y meditación que requiere toda ley fundamental, contienen ciertamente más detalles para los casos concretos que pueden presentarse; mas no creo que ninguna aventaje á la nuestra en cuanto al dogma sacrosanto de la Libertad.
El día en que se decretó estuvo Guáimaro de gala, y la alegría rebosaba en los semblantes de todos los que allí nos hallábamos, pues nos parecía que por efecto de la unión de camagüeyanos, villareños y orientales, y al amparo de esa ley divina, el triunfo de la revolución era inevitable. Y así hubiera sido si hubiéramos tenido la necesaria experiencia revolucionaria, y si la unión y perseverancia hubieran sido tan firmes como al principio. Desgraciadamente no fue así, y con gran dolor de nuestra alma vimos hundirse en el Zanjón nuestras más halagüeñas esperanzas, después de tantos sacrificios y de ver desaparecer de la tierra la flor de la juventud cubana.
La Constitución se decretó el 10 de Abril de 1869. El día 11 se verificaron la elecciones de los puestos más encumbrados de la República: Carlos Manuel de Céspedes fue electo Presidente de la misma: Salvador Cisneros Betancourt, Presidente de Cámara: Manuel Quesada, General en Jefe: Francisco Vicente Aguilera, Secretario de la Guerra.
El día 12 fueron recibidos solamente en la Cámara, el Presidente de la República y el General en Jefe á hacerla promesa de ley. El primero estuvo á la altura del puesto que desempeñaba, pronunciando magníficos discursos que evidenciaron su talento, su instrucción y su patriotismo. Otros oradores hablaron también con notable elocuencia, distinguiéndose entre ellos el C. Antonio Zambrana, que dirigió una brillante oración al General en Jefe después de su investidura. Este quiso contestar, pero no pudo, porque los sollozos embargaron su voz: leyó Quesada su pequeño discurso; en él ofrecía que su espada se cubriría de honor, y que sólo descansaría cuando reposara junto á su cadáver. Su llanto conmovió a todos, y esto, unido á las lágrimas que otros discursos hicieron derramar al General Rolof y á un liberto, produjeron en el auditorio una conmoción profunda.
Un mes estuvo el Gobierno de Guáimaro, con excepción del General en Jefe que había salido á operaciones. La vida republicana se pasaba bien allí, en una bonita población y en el seno de una distinguida sociedad de damas y caballeros de Camagüey y de otros territorios en revolución. Mas como no hay dicha perdurable, la que se disfrutaba allí tuvo su fin.
El día 10 de Mayo recibió el C. Miguel Rizo, Comandante de armas de Guáimaro, una orden del General en Jefe, en que le mandaba que inmediatamente incendiara en población, arruinarla hasta convertirla en cenizas y respondiéndole con su cabeza de la ejecución de esta orden. El Comandante obedeció, y al oscurecer empezó su obra de destrucción sobre aquel hermoso caserío de doscientas casas, la mayor parte de tapia y teja, y muy bellas. Horror daba ver aquella conflagración, donde se consumían tantos sudores, de donde brotaban tantas lágrimas. Confieso que el corazón se me oprimía al ver al fulgor de la llamas salir de la casas incendiadas, á las pobres mujeres llevando a sus hijitos de las manos, y en la cabeza un lío de ropas, único bien que podían salvar de aquel desastre. La población entera, incluyendo su bonita iglesia, quedó reducida en pocas horas á un montón de escombros. Igual suerte, y por el mismo motivo, cupo á las poblaciones de Cascorro y Sibanicú, allí cercanas. ¡A dónde se dirigían todas aquellas infelices criaturas, de noche, sin pan, sin hogar, sin esperanza! Yo no lo sé: probablemente ellas tampoco lo sabían; caminaban al ocaso, como barea sin timón, para reposar debajo de los árboles, fiados sólo en la providencia, y levantando hacia ella sus manos y sus súplicas fervorosas para que las libere por fin de los autores de tantos males, de los crueles enemigos de la patria.
Esa medida terrible fue dictada por la más cruda necesidad, pues se abrigaban temores muy fundados de que el enemigo sentase sus reales en esas poblaciones, y donde ahí enviase columnas volantes á apoderarse de las familias y á aniquilar las inmediaciones.
Destruido Guáimaro, el Gobierno se trasladó á la hacienda Santa Lucía, de los hermanos españoles don Dionisio y don Manuel González donde afectuosa hospitalidad.
NOTA: Tomado del libro Recuerdos de la Guerra de los Diez Años; autor: José María Izaguirre. Este ejemplar, deteriorado por el tiempo, se encuentra en los fondos de la Casa de la Nacionalidad Cuba.
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Boletín Acento . Oficina del Historiador
Bayamo M.N., Cuba. 2017
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