RÍO BAYAMO: DONDE LA CIUDAD RECUERDA SUS LEYENDAS DESDE EL HORIZONTE
Cada ciudad tiene sus leyendas, la nuestra, a través de los años acumula varios de esos recuerdos que permanecieron en el imaginario de los bayameses de entonces, relacionados con el río Bayamo, ese caudal de aguas dulces afluentes.
Con una longitud de 115 kilómetros desde el macizo montañoso de Guisa donde nace hasta su desembocadura en el río Cauto; bautiza a su paso y da nombre a la villa desde que fue fundada en el año 1513.
Varias generaciones se bañaron en las aguas del Bayamo, otros practicantes de diversas religiones acudieron a él para desde su chorrera espantar las malas influencias; otros prefirieron realizar la pesca en sus márgenes, enaltecidos por la inmensa vegetación de toda su cuenca.
Adentrado el siglo veinte se mantenían algunas de aquellas costumbres de ir al río los sábados y domingos. En épocas de crecidas varias personas de la ciudad iban a ver el sobredimensionamiento del cauce que suscitaba asombro al paso de objetos, animales muertos, árboles arrancados, arrastrados por la corriente que a su paso devastaba con todo.
En algún momento la belleza del paisaje del torrente bayamés ha sido motivo de inspiración para poetas y pintores, cuyas obras captaban el resplandor o el ocaso de sus aguas.
José Joaquín Palma, en sus versos sentenciaba: Mas ya que cercana zumba / la voz de la muerte helada, te reclamo, / solo un sauce y una tumba / cabe a la orilla sagrada del Bayamo; la poetisa Úrsula de Céspedes a través del poema Recuerdos de Infancia, dedicado a su prima Candelaria Valdés, expresa: … del majestuoso río que pasa por Bayamo, cual férvido reclamo escucha el murmullo: Brindando lejos de su valle ameno.
… La hermosa ceiba que se eleva erguida, allá en el campo, desigual de Marte, cuya espléndida copa estremecida, por el furioso vendaba se parte.
La empedrada barranca de Mendoza, desde donde se ve el horizonte, flotar las nubes de carmín y rosa: oye bien en el lejano monte, los trinos del sinsonte y en el Bibiribí, de agua azulada fija tan dulce, angelical mirada.
En el siglo veinte, la bayamesa Lucía Muñoz, describe en sus versos Rio Infinito, el sentir por ese símbolo de la ciudad:
El rostro que devuelve el río, no es justamente el tuyo, son tus antepasados sonrientes al rayo de luna, los ojos de tu abuelo mirando por los azogues del tiempo con brillos de machetes al sol, ímpetu de la primera carga, son los ojos de la abuela.
… este río no tiene rumor sólo las voces de amores y amigos perdidos o pasados, es el agua quien trae nuevamente sus manos avivando risas y recuerdos para luego borrarlos contra las raíces de la ceiba que se deshace en alas mientras llevas tus manos a la corriente de este río infinito.
Desde las Artes Plásticas, pintores paisajistas de esta añeja ciudad, como Rogelio de la Cerda, Jesús Rodríguez Crespo, Wilfredo Díaz Rosales, al que se suman muchos de la nueva generación de plásticos del territorio dibujaron al lienzo con la aplicación de diferentes técnicas las memorables imágenes del río Bayamo, ese enorme regalo de la naturaleza que se convierte a través de los años en ese lugar donde germina la vida y la esperanza.
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